Aún mostrando su carácter difícil por momentos en forma de lluvia o del viento de Levante, la primavera ha vuelto como siempre: con sonidos de la naturaleza, con aire fresco y suave al mismo tiempo, con color y movimiento.

El cambio de luz y de temperatura, con sus diferentes formas y colores, no lo encontramos únicamente en la estación del año, sino que para evolucionar de forma positiva en nuestro funcionamiento, tenemos que formar parte de éste cambio, acompañando al paisaje con sentido y armonía.

De ésta forma, entendemos que el tiempo pasa y que cada época tiene sus características, que vivimos – y estamos vivos-, y que somos capaces de pasar de una etapa a otra con aceptación y esperanza de experiencias agradables en la siguiente estación.


 

La primavera altera la sangre y el alma. Nos impulsa a hacer planes y actividades, a relacionarnos y a exprimir el tiempo. Invita a la risa, al aire libre, a la amistad y al disfrute. Por eso propongo que busquemos prendas que ayuden a encontrar esa conexión con el exterior:

-Apostar por las mezclas -para muchos- imposibles: frutas, flores, rayas y lunares. ¡No hay miedo!

-Texturas y estampados con mil capas y vuelo. El volumen y el movimiento lo inundan todo, e invitan a volar y experimentar. 

-Colores vitaminados, enérgicos, femeninos, que evocan naturaleza y relax: el amarillo, el rojo o el rosa en todas sus versiones, combinados con tonos azulados o verdosos. Si prefieres formar parte del paisaje de forma más desapercibida, apuesta por las gamas pastel. 

-El mundo de los complementos va más allá de los collares y las pulseras. Si no eres muy fan de los estampados y prefieres vestir monocolor, siempre puedes aportar un toque distinto utilizando diademas, coleteros, broches u horquillas con flores y lazos que aporten ese dinamismo al look.

Recuerda que el objetivo no es ir disfrazada. No es otro que volver a casa de madrugada tras estar todo un día recorriendo las calles de la ciudad. Con dolor de pies y el rímmel corrido.

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